Tiempos no muy lejanos son cuando el fútbol era realmente un espectáculo de masas, del pueblo, no de masas en su mera concepción mentecata sino de hinchas apasionados, con unos valores y principios adquiridos (muchas veces incluso “legados” y heredados por padres, madres, abuelos …) que aguardaban “religiosamente” la llegada del Domingo pero no para acudir a la parroquia, sino para asistir al “templo”, al templo en donde a sus colores, su identidad, su escudo, algo que le era sagrado (y no le podía tocar nadie) le tocaba batallar contra el rival de turno, en ocasiones, concretamente dos veces por temporada, el amado Club disputaba su más ardua y esperada batalla, el derbi territorial, dos clubes/equipos de fútbol que medían su reputación en base a quien era el mejor de la Ciudad, Provincia o Región; este día era marcado en rojo en el calendario de todos los hinchas y suponía una cita ineludible para todo aquel fanático que se preciase como tal y que autoproclamase el amor a sus colores…aproximadamente desde una semana antes ya se iban “calentando los motores”, titulares provocativos en la prensa deportiva, piques en el barrio, discusiones en colas de supermercados que enseguida eran apaciguadas por alguna persona “neutral”… especialmente en esos sitios en los que los derbis eran de la misma Ciudad y los hinchas, por imperativos de la vida cotidiana convivían en los mismos bloques de viviendas, en los mismos curros o en los mismos centros de estudios ; esto se debía fundamentalmente en lugares como Madrid, Sevilla o Barcelona…Llegaba “el día D”, día de la disputa, fecha de la batalla y desde muchas horas antes cada cual ponía su parte, los jugadores apuraban las horas en el hotel de concentración antes de montar en el autocar y ser recibidos como auténticos “soldados por la causa” pos por quienes se agolpaban al paso de la “comitiva” con sus gritos, cánticos, la prendida de bengalas…los más amantes de la cerveza abarrotaban los bares con escuadrones de camareros que no daban abasto tras la barra “quemando” los grifos de los barriles; y los ultras, en otros puntos del estado autodenominados como hinchas, que se organizaban para tratar de encontrarse entre si en las calles, para toparse frente a frente, o para emboscar sorpresivamente al rival, rivalidad que después era trasladada a la grada con la muestra de sus tifos a la salida de los jugadores, consistentes en un acto de apoyo al equipo pero que también podían albergar contenido burlesco o humillante contra “el enemigo”; lógicamente quienes jugaban más en ventaja eran los que ejercían de locales ya que gozaban de una mejor disposición en todos los aspectos, en la grada para las labores de animación con el “despliegue” de megáfonos, tambores, estandartes…y por supuesto también en las calles ya que estaban más familiarizados con el terreno que conocían como la palma de su mano, parques, pasajes, zonas arboladas o ajardinadas, plazoletas…Más y mejor conocedores de el terreno para el factor sorpresa pero así también como para la la huida de los agua fiestas de azul y de sus porras de goma.
Tanto los partidos “ordinarios” como los propios derbis eran plenamente asequibles para cualquier bolsillo de clase trabajadora, cualquier padre o madre de familia de una barriada normal, se podía perfectamente permitir el acudir a una grada de primera división por precios que rondaban entre las mil y las cinco mil pesetas (6 y 30 euros, respectivamente para quienes ya se hayan “criado” con el maldito euro); los jugadores generalmente se identificaban y no ninguneaban a la afición, de hecho era muy común las subidas eufóricas a las vallas en “comunión” con la afición, como manera de celebrar un buen gol…Tiempo, la verdad que no muy lejano después, el fútbol va siendo progresivamente monopolizado por especuladores empresariales a quienes los clubs que comenzaban a gestionar les importaban una mierda, a partir de ahí se empezaban a cotizar derechos televisivos pensando en abrirse a un público más internacional, y, adiós a quien no podía acercarse al estadio y pudiese ver, por ejemplo, el derbi madrileño retransmitido por la cadena autonómica que eso ya se le acababa pasando a ser partidos bajo tarifa; los abonos y las entradas triplicaban esos precios tan accesibles que hasta ahora lo habían hecho y el aficionado se veía despojado de tal condición y pasaba a sentirse como un sucio cliente pasando por caja y además, ateniéndose a serias obligaciones más que a derechos ; paralelamente un presunto “comité antiviolencia”, una panda de vividores, creados mucho tiempo atrás aprovechando la lamentable muerte de un chaval en el estadio de Sarriá a causa del impacto de un cohete marítimo, recrudecía sus medidas represivas y una simple pelea a puñetazos podía costar, a cada implicado, 3.000 euros de media, prácticamente hipotecándote por algo que en un pub de moda era tan habitual. Los tifos, las banderas, estandartes…con los que desde los fondos se potenciaba el apoyo a sus colores también estaban en el punto de mira absurdo de estos vividores con las burdas excusas de ser materiales potencialmente inflamables o que tapaban publicidad: los jugadores, los futbolistas que hacían compadreo con sus hinchadas iban quedando en el seno de sus equipos como un “fetiche” o algo exótico y se iba dando paso a la llegada de jóvenes multimillonarios a los que les importaba un carajo la historia, identidad o los valores del club a los que llegaban; la afición ,la poca afición en su concepto de esencia que quedaba, iba cayendo en el error de idolatrar a algunos de estos chavales, a lucir camisetas con el nombre de estos a la espalda…y luego, cuando el jugador veía ante sus narices la posibilidad de un cambio…mucha más pasta, un chalet de lujo que podía “convertirse” en mansión, coches más lujosos, caprichos…venían los lamentos, los lloros, los abucheos ty el llamarlos “mercenarios” y poco menos que “traidores”. De esos tíos que saltaban a encaramarse a las vallas de sus hinchas, de aquellos que bajaban del autobús y firmaban autógrafos, se pasó a los niñatos pijos superfluos y que van camino al estadio con sus cascos de música puestos y desoyendo a quienes ingenuamente les alaban…¿El fútbol ha muerto? Esta siempre puede ser una apreciación subjetiva; en manos de todos y todas está el renacimiento del fútbol, es mucha la gente que está apostando por la regeneración y ya con las manos a la obra en la cuestión, puedo citar a mogollón de ejemplos en un contexto tanto estatal como internacional pero no me quiero dejar algunos, pero son ya muchos los equipos que están “resurgiendo” a manos de hinchas y siendo “propiedad” de sus hinchas, al final me lio a citar y lo hago, tenemos por ejemplo al Club Deportivo Independiente de Vallecas, en donde son sus aficionados incluso quienes diseñan el material del equipo, como por ejemplo una bufanda en esta misma temporada, y en donde aceptan los “sponsors” pero no a cualquier precio, entre otros tipos de perversión económica están vetadas las casas de apuestas, según sus estatutos. Otros de los ejemplos más conocidos son el Ceares, el CD Cuenca-Mestallistes, orígen del CD Mestalla, filial histórico del Valencia CF, el Unionistas de Salamanca CF, que tanto está dando que hablar esta temporada, o Atlético Club de Socios, conformado por seguidores del Atlético de Madrid. Muy curioso, a mi juicio y haciendo un relativo paralelismo con lo descrito en el contexto estatal, es el caso del FC United Of Manchester, un Club de fútbol formado única y exclusivamente por fanáticos del Manchester United que han “abandonado” la deriva de negocio del que siempre ha sido el club de sus amores, pero se han marchado llevando su amor por el Manchester United en su esencia, y dotándole de una forma propia, reconduciendo un sentimiento unificado a un no “nuevo” Manchester United, sino al mismo United que nunca debió dejar de ser. También, creo que es el ejemplo más conocido por todos y todas, está el Clapton, especialmente reconocidos y que gozan de enorme simpatía en el estado español por aquello de cuando sacaron unas e
Este tipo de fútbol, a su vez, “regenera” al aficionado, o mejor dicho, también conserva al auténtico aficionado, pues generalmente en las multinacionales SAD (Sociedad Anónima Deportiva) el “seguidor” ya asume perfectamente su condición de cliente, mide el “amor” a su equipo en función de el elevado precio de una entrada, o se jacta de la “titulitis” de vitrina lo cual le es de mayor incumbencia que la historia y rasgos identitarios que le son algo meramente secundario.
A modo de conclusión: Claro que hay lugar y son ya decenas de ejemplos los que conforman un fútbol popular, sin la intromisión de bastardos especuladores, también, si se sigue manteniendo la llama de la esencia del fútbol en muchos equipos de categorías inferiores, al menos en la medida de lo posible, equipos los unos que resisten y otros que subsisten pero que ahí siguen y se mantienen, aunque en lo concerniente al fútbol de la máxima categoría del estado, creo, honestamente, que el Club Athletic de Bilbao es hoy día una buena excepción que rompe la regla, siendo un oasis entre todo este sin sentido, siendo más que un “simple” equipo es una auténtica identidad arraigada en la Provincia de Bizkaia formando parte intrínseca de la propia cultura vasca y así es percibido por toda su gente; sus futbolistas están tan implicados como que son todos nacidos en Euskal Herría o criados en los equipos que componen la cantera, por lo que la entrega y el sentimiento de ellos está garantizado, todos ellos fueron niños que soñaban con pisar el césped de “la catedral” pero la primera división no es sólo la de los muchachos, sino también de las “neskas”, las chavalas que conforman la máxima categoría homónima, la primera división pero femenina, y tras ellos y tras ellas, hay conjuntos filiales en los que su chavalería (Juveniles, cadetes…) anhela algún día poder llegar a la cima, a las primeras plantillas.
Existen otros clubs de fútbol en los que sus juveniles, cadetes, alevines… son meramente utilizados por sus familiares como “trampolín” a otros equipos o con la esperanza de “caer bien” a un ojeador con ojo avizor.
Que existan “románticos” no significa que existan “melancólicos”, pero otro fútbol no es posible, es posible el viejo fútbol, el de nuestros padres y abuelos, el que conocimos desde pequeños, el que nos enamoró, ese fútbol que de vez cuando asoma propinando buenos bofetones de realidad como se da en esos emparejamientos de copa tan antagónicos que resultan tan “accidentados” para quienes soberbiamente ya se veían adelantados antes de tiempo; ese fútbol nuestro, popular, el de verdad y no un engendro de laboratorio creado por una multinacional.
Muy bueno el artículo! Estoy de acuerdo, ahora el fútbol se ha convertido en un puro negocio, por suerte y desgracia, el coronavirus va a afectar mucho en lo económico y posiblemente tengan que aflojar el derroche en sueldos. Quizás se tenga que jugar más con chavales de cantera y menos cracks millonarios.
Un saludo!