“Los irlandeses son los negros de Europa; los dublineses son los negros de Irlanda; los de Dublín Norte son los negros de Dublín…”
Como ya os he comentado en alguno de mis artículos, mucha de mi enseñanza cinematográfica musical se la debo a aquellas míticas sesiones de tarde noche en el no menos legendario, cine Covadonga, “el Covacha”. Pero no os preocupéis, no voy a volver a rememorar aquellas andanzas juveniles llenas de pasión por el descubrimiento, otra vez será jejeje…
En aquellos años, también podíamos disfrutar de cine independiente, en pequeñas salas de proyección a las que acudíamos casi en peregrinación: el recordado y coqueto, Bogart, en la calle Cedaceros, los cines Ideal —nada que ver con su estado actual prácticamente mainstream-, los Minicines de la calle Fuencarral o el cine Madrid —hoy ocupado por una megastore de electrodomésticos e informática—, en la céntrica Plaza del Carmen.
Verdaderas joyas pasaron antes mis ojos y los de mis colegas: La Vida de Brian, en VSOE, la tremebunda, Bad Lieutenant, con una de mis debilidades, Harvey Keitel, Barton Fink de los fabulosos hermanos Coen, la escalofriante, Trainspotting, Reservoir Dogs, también en v.o.s.e y muchos tesoros más que nos llenaron de gozo y satisfacción en aquellos primeros años 90.
Y sobrevolando todas ellas, la protagonista de las líneas de hoy, y con la que recuperé la llama de la Música del Alma, una llamarada que no se ha vuelto a apagar desde entonces, The Commitments o “los Comitmen”, como la conocíamos vulgarmente.
The Commitments es una novela del escritor irlandés, Roddy Doyle, y es la primera parte de la llamanda Trilogía de Barrytown. Narra la historia de un grupo de jóvenes desempleados de la zona norte de Dublín que deciden montar un grupo de Soul. Se publicó en 1987.
El cineasta, Alan Parker, con una aplastante lista de memorables películas (Midnight Express, Angel Heart, The Wall, Fame…), toma la idea original, la guioniza y la plasma en celuloide, rindiendo de esta manera homenaje a la mejor música soul negra, en el distrito más negro de Europa, Dublín Norte, donde la clase obrera malvive entre fábricas y sin mucha esperanza para poder salir de ese agujero en el que les ha tocado vivir.
Y de paso también, sirve como honra a esa enorme cantidad de bandas que emergen en el panorama irlandés —ya sabéis que el pueblo de la isla esmeralda, lleva la música en sus venas—, que tienen su recorrido y luego desaparecen o dan lugar a otros grupos de más éxito. La pasión musical como válvula de escape ante su mísera vida obrera.
Ah, se me olvidaba, la película se estrenó en 1991. Ahora voy a por ella…
La acción se desarrolla en 1988, en Dublín y está íntegramente rodada en sus barrios populares obreros con sus calles bulliciosas, mugrientas, de viviendas adosadas, con ropa tendida en las ventanas, sus clásicas tabernas y pubs. Se trataba de crear una apariencia desagradable, áspera, que se volvería más colorida y amable a medida que la banda empezara a tener éxito. La verdad es que Commitments, capta de manera prodigiosa el ambiente cervecero de los pubs irlandeses, la sensación de continua algarabía y camaradería. Y por otro lado, la recreación de las actuaciones del grupo en locales de lo más variopinto, están dotadas de una veracidad exultante: da la impresión de que estás dentro realmente de un concierto, sintiendo la música vibrando bajo tus pies, oliendo a tabaco y sudor.
Los protagonistas del film se seleccionaron en un casting al que asistieron unas 3000 personas; Parker quería lograr el máximo realismo en el metraje por lo que los elegidos fueron cantantes o músicos que no tenían experiencia en el cine, de esta manera se logra un ambiente objetivo perfecto para captar la creación de una banda amateur y su posterior desarrollo en pequeños escenarios. Hay una anécdota bastante curiosa con respecto al reparto: Robert Strong fue contratado como entrenador vocal y solía acudir acompañado de su hijo de 16 años, Andrew. En una de las sesiones, Robert llegó afónico y le cedió el puesto a su hijo; Parker quedó impresionado ante el descomunal talento del chaval e inmediatamente le dio el papel de Decco, el problemático cantante del grupo. Pero no acaba la cosa ahí ya que este rol estaba asignado a Robert Artkins —debido a ello, en la BSO canta un tema—, que pasó ante la evidencia a protagonizar el papel del manager y protagonista casi principal, Jimmy Rabbitte. Sin dudarlo, es uno de los cambios de reparto más oportunos de la historia del cine.
En general, aparte de Bronagh Gallagher (Bernie), y Johnny Murphy (Joey “Labios” Fagan), el resto de la banda eran músicos sin formación como actores.
Y ahora sí que os cuento su trama…
Jimmy Rabbitte es un joven soñador e idealista convencido, cuya quimera es fundar su propia banda de música soul, siguiendo las enseñanzas de sus ídolos, Otis Redding, Aretha Franklin, James Brown y Wilson Pickett —éste con gran protagonismo durante toda la película—. Jimmy visiona en el género musical el corazón del pueblo, el de las clases medias-bajas, las personas sencillas, la voz del alma; como perfectamente define cuando le preguntan el motivo de formar un grupo de soul: “Los irlandeses son los negros de Europa; los dublineses son los negros de Irlanda; los de Dublín Norte son los negros de Dublín…Y seríamos de la clase trabajadora si hubiera trabajo”.
The Commitments – Try A Little Tenderness. (Otis Redding)
Metido de lleno ya en su papel de mánager, Rabbitte, organiza el casting para componer el grupo, colocando un anuncio en el periódico, emplazando en la casa de sus padres; en dicha escena, en la que participaron unas 100 personas, aparece Peter Rowen, campeón nacional de skate cuyo rostro aparece en la portada de los discos de U2, Boy y War. Otro apunte, en una parte de la película, aparece tocando una banda de Country en una especie de salón de bodas, años más tarde, ese grupo se llamó, The Coors.
Es curiosa esta parte con peña de lo más variopinta llamando al timbre de la casa de Jimmy que a menudo los despide de un portazo en la puerta. Los gustos musicales de los candidatos también son de lo más ecléctico: Led Zeppelin, Sinnead O’Connor, Barry Manilow, U2, The Boomtown Rats, Spandau Ballet, Wings, Joan Baez…
The Commitments – Bad auditions for the band (Escena de las audiciones en casa de Jimmy).
Ya con el groso del grupo reclutado, comienzan los ensayos, lógicamente, caóticos y llenos de surrealismo, en un viejo almacén. Dean, Outspan, Steven, Derek, el bestial skin, Mickah —reemplazado después por Bill Mooney—, y el veterano trompetista, Joey “The Lips” Fagan que narra historias sobre su juventud en la que había conocido y trabajado con famosos artistas, entre ellos, Pickett, se convierten en The Commitments. Pero aún falta un cantante para la formación…
En la boda de unos conocidos, Jimmy se queda impresionado con el vozarrón, al más puro estilo Joe Coker de Decco Cuffe, que borracho deja a todos los presentes estupefactos con su performance. Este personaje, basado en el John Belushi más zafio, descarado, lujurioso y glotón, es para mí, el verdadero protagonista de la película; aparte, sus números musicales (‘Mustang Sally’, ‘Try a Little Tenderness’, ‘Take Me to the River’ o el escalofriante, ‘Dark End of the Street’), te elevan, por lo menos, veinte metros sobre el suelo y a mí, particularmente, me vacían el lagrimal. Impresionante y alucinante actuación que le valió para ser nominado como mejor actor revelación por la Asociación de Críticos de Chicago.
El resto del combo lo conforman, por supuesto, las coristas, Natalie, Imelda y Barnie. Comienza el espectáculo…
Pero la tarea de formar un grupo de soul llega a ser bastante complicada y audaz: encontrar a alguien que financie los gastos de la banda, mejor si puede ser un mafioso, un local de ensayo en condiciones, comprar o alquilar los instrumentos, y demás extras para que el resultado final sea, como decía uno de los slogans antes del estreno —NIÑOS, POR FAVOR, NO LEÁIS ESTO!!!—, “¿Queréis que cantemos como si follarámos?”. En definitiva, dar salida a la Música del Alma.
Ensayos, la consolidación del grupo, cambios en el seno del conjunto, primeros bolos en iglesias, centros sociales o pequeñas salas de conciertos. Todo ello en un tono humorístico, que sacrifica en algunos momentos el realismo de determinada escena, pero que se agradece porque de esta manera todo discurre sin pausas, entre fabulosa música, con un ritmo lento, pero que te atrapa prácticamente desde el minuto uno del metraje.
Para rematar la jugada comienzan a aparecer dificultades entre los componentes del grupo con las lógicas peleas, celos, envidias, oportunismo, desengaños y diferencias artísticas que comienzan a dinamitar la casi inexistente disciplina del conjunto musical. Su futuro es incierto…
Y hasta aquí me permiten llegar mis “superiores” sobre el contenido de Commitments; lo demás lo dejo para cuando visionéis, la película si es que no lo habéis hecho alguna vez porque es una de esas tramas que te gusta, por lo menos a mí, revisar de año en año.
En el año de su estreno fue nominada al Globo de Oro como Mejor película, comedia o musical. De seis nominaciones a los BAFTA, obtuvo, Mejor Película, Dirección, Montaje y Guión Adaptado. El Sindicato de Guionistas (WGA) la nominó a Mejor guión adaptado y como ya os había contado, Andrew Strong también tuvo su momento de gloria.
Y qué decir de su fabulosa BSO…pues eso, un enciclopédico tratado de Soul con adaptaciones de los grandes clásicos del género ejecutadas por los intérpretes de la película con especial brillo, como ya os comentaba unos párrafos más arriba, del inmenso, Andrew Strong al que por cierto, estuve a punto de ver en directo en la añorada Sala Aqualung en una gira que pasaba por Madrid en diciembre de 1993 y que se retrasó —creo tener la entrada entre mis tesoros—, por agotamiento del cantante que había recorrido medio mundo presentado su totémico álbum Strong.
‘Take Me to the River’ del maestro, Al Green, ‘Nowhere to Run’ de mis queridas, Martha and the Vandellas, el himno de Otis Redding, ‘Mr. Pitiful’, el legendario, ‘Mustang Sally’ del señor Pickett, la dramática y emocionante, ‘The Dark End of the Street’, de mi amado y desgraciado en vida, James Carr, ‘Chain of Fools’ de la gran Aretha Franklin y otro buen puñado más de temas atemporales forman esta rodaja que no puede faltar en tu discoteca. Vendió unos 12 millones de copias alrededor del mundo y obtuvo varias nominaciones a los Grammy.
Posteriormente, se editó una segunda parte que, si bien no tenía la calidad de la original, sí que merece la pena su adquisición —yo tengo las dos ediciones en vinilo y la primera parte en cd también—, con himnos incontestables como el delicioso ‘Hard to Handle’ de Redding, ‘Too Many Fish in the Sea’ de mis adoradas, Marvelettes, el trepidante hit de Joe Tex, ‘Show Me’ o el absoluto, ‘Land of 1000 Dances’, sí, de nuevo, Wilson Pickett.
Con el paso del tiempo, ha adquirido el status de película de culto y está considerada como una de la mejores películas irlandesas jamás realizada. En 1999 el British Film Institute la situó en el puesto 38 de su lista “Las 100 mejores películas británicas del siglo”.
Yo, la tengo un cariño muy especial y puede que, con permiso de The Last Waltz, Godfellas y The Wanderers, sea la película que más veces he visto en mi vida, y que, por supuesto, seguiré visionando y disfrutando. Como ya os he comentado, me trajo de nuevo el soul que me atrapó allá por los años 80 y que se instaló, desde aquel día en los cines Madrid, en mi trayectoria vital.