TU NO HAS VISTO NADA
Si la memoria no me falla, fue un viernes de buena mañana. En mi empresa andaban reajustando horarios y solÃan darme dÃas sueltos que yo, como buen calatrava, aprovechaba para quemarlos en antros de mala muerte por el barrio de Tooting, mi barrio de siempre. El caso es que la noche del jueves fue lo más parecido a una bacanal romana que yo recuerde, asique la mañana siguiente -la del viernes, como os decÃa- despertarse fue dura tarea. Más aún si la forma en la que vuelves en vida es sonorizada por el cartero llamando al timbre como si le fuera la vida en ello. A los dos segundos de retomar conciencia, pensé en por qué demonios llamaba tanto y, al instante, caà en la respuesta: a principios de semana, Piet, mi cartera de toda la vida, me advirtió de que la cambiaban de distrito y entrarÃa una persona nueva. Piet sabÃa de mi afición a la vida nocturna y un solo timbrazo sin responder le valÃa para saber que la noche anterior fue larga, muy larga, por lo que lanzaba mi correspondencia por encima de la valla que daba al patio trasero. Pues debe ser que no se lo comunicó al nuevo.
- ¡Ya va, ya va! Y Warren diciendo anoche que era buena idea enchufarse unas pirulas previas a las copas de whiskazo… cómo le pille…
Para mi sorpresa, cuando fui a abrir, el muy jeta me habÃa dejado las cartas en el felpudo y andaba siguiendo su ruta a unos cuantos metros de mi puerta. Sólo pude captar tres detalles al verle irse de espaldas: su negra tez, su fina y alargada figura y la chapa de su cartera, “S.Smith”. Cerré la puerta y me metà en la cama de nuevo, aún era pronto como para ser persona.
* * *
La mañana del sábado fue otro rollo: desayuno inglés, té con escocés y periódico deportivo en el que consultar las alineaciones más Premier del finde. Tras ello, salà a fumarme una chusta que me quedó de la noche anterior para entonarme. Apoyado en el marco del portal, con un frio de pelotas y esperando a ese caradura Smith, le vi venir a lo lejos de la calle. De frente incluso se remarcaba más aún lo poca cosa que era y esas gafas negras de aviador le daban un toque muy elegante al cabrón.
- A los buenos dÃas, ¿también curráis los sábados? – le pregunté.
Se plantó delante de mi puerta, sin inmutarse, como si fuera invisible, mientras buscaba en su cartera el correo que me tocaba hoy y apuntaba en su libreta una tarea menos que hacer. El caso es que su porte me sonaba muchÃsimo, sus movimientos… pero, ¿de qué?
- Oye mira, – le dije intentando llamar su atención – no seré yo quien te diga cómo hacer tu trabajo pero, por favor, si ves que no respondo al primer timbrazo, simplemente echa las cartas o los paquetes por encima de esta valla. Yo me ocupo de ellos.
Paró de escribir, abrió la solapa interior del uniforme y guardó el boli. Clavó su mirada en mi y, de seguido, se quitó las gafas para poder intimidarme mejor. Esa mirada… esa cara… hostia, por qué me sonaba tanto aquel tÃo…
- Escucha colega, – me soltó con un acento jamaicano que ni mis colegas de Brixton – acabo de entrar en la empresa y necesito entregar todo el correo en mano si quiero ir ganándome a los jefes. Si por mi fuera, te dejaba la cartera entera colgada del pomo y me irÃa a dar un paseo hasta que se me acabe el turno, pero no es tan fácil.
No pude ni responderle. Cada pieza que obtenÃa de esa persona me hacÃa intentar acordarme de qué podÃa conocerle. Le asentà mientras seguÃa fijándome en todo lo que hacÃa. Se puso las gafas, cerró su bolsón y siguió con su ruta. ¿Un antiguo amigo, alguien del instituto, compañero de curro, camarero que aguantó mis chapas y me tiene rencor por ello…? ¿Quién era aquel tipo?
* * *
Admito que le seguà dando vueltas esa noche, al menos hasta que me hice un cacharro asesino para poder dormir a gusto, el Domingo tocaba volver al curro. Una vez despierto, me di cuenta de que iba un poco pillado, asà que tuve que economizar el tiempo de preparación para salir pitando. Cartera, llaves, tabaco, mechero y mochila. Estoy. Salimos. Fui directo a por el coche, unas casas más abajo. Arranco y, cuando voy a salir, me detengo al ver al misterioso cartero iniciando la ruta, mucho más alegre que otros dÃas. Apago el coche porque justo va a pasar cerca de mÃ. A escasos metros, mi adrenalina se dispara al escucharle tararear enérgico una canción que reconozco al instante. “You Don’t Care” fue uno de los himnos jamaicanos de mi adolescencia. Me la ponÃa para cocinar, para ligar, para bailar o incluso para irme a dormir. Imposible no acordarme de su reconocible melodÃa. Pero lo importante no era la canción, sino la forma de cantar de ese tipo. Un falsete perfecto, una entonación casi imposible…. Espera.
Jamaicano + delgado + falsete = !!!
No podÃa ser… pero entonces recuerdo su cartera: S.Smith ¿TenÃa delante a Slim Smith? ¿Uno de los mayores talentos de la música jamaicana? ¿He estado hablando con el lÃder de los Techniques? Pero espera, Mighty. Slim Smith murió en 1973, quince años antes de esta historia, a la temprana edad de 25 años. Este cartero rondará los cuarenta… todo cuadra. Realmente, nunca se supo el motivo real de su muerte. Pero no… era demasiada coincidencia todo. Decidà arrancar de nuevo y acercarme para saludarle.
- ¡Buenas! ¿Qué tal se presenta hoy el dÃa? – como de costumbre, pasó de mi. – No estaré en casa hoy, si quiere puede darme el correo ya y…
Continúa su camino como si nada, como si yo no estuviera. Esta vez cambiando el tarareo por un silbidito más discreto, pero del mismo tema. Quizás estoy siendo muy pesado con tanta curiosidad y deba dejar al hombre tranquilo, que además esta currando. Pero antes… mi última carta.
- Es de mis temas favoritos, pero si tengo que quedarme con uno elijo el “My Conversation” que te marcaste con los Uniques, ¡pura magina! Que sea leve el curro.
Paró en seco y me miró con una sonrisa pÃcara que acompañó llevándose el dedo delante de sus labios sellados pidiéndome un silencio cómplice. Yo le guiñé el ojo en respuesta. Hay secretos que es mejor llevarse a la tumba porque, aunque lo contase, nadie me creerÃa.
MIGHTY JONES
¡Grande Mighty Jones!