“Liberamos” el capítulo dedicado al Sahara Occidental del libro que el Comandante Buenaventura Cienfuegos, del programa “100Fuegos. Política y Rock” está escribiendo. Quizá el grupo que lo acompaña, Berri Txarrak, no pegue mucho en Ovejas Negrax; y el formato del artículo sea un poquito largo. Pero ante los actuales acontecimientos en El Gerguerat (frontera del territorio saharaui ocupado por Marruecos con Mauritania), creemos que puede aportar un poquito a entender qué está pasando. Y quién sabe, quizá el tono tan triste del artículo cambie en un tiempo. Inshala (así sea).
“Si no avanzamos significa que estamos retrocediendo
Mientras no acordamos ninguna meta
No digas que no, no digas que no
Estamos en lo mejor de nuestra decadencia”
Berri Txarrak. “Gure dekandentizaren onena”
Los Berri no eran muy panfleteros, y dejaban las letras abiertas a la interpretación, aunque esta creo que habla más del encantamiento de serpientes y la charlatanería propios de la política institucional. Pero mi cabeza, que siempre va por libre, no puede dejar de acordarse al leer este párrafo concreto de una de las causas más justas y perdidas del mundo: la del Sahara Occidental.
45 años de exilio, 45 años de discursos grandilocuentes, 45años de jóvenes diciendo que quieren ir a la guerra y de viejos parándoles confiando en la legalidad internacional y recordando lo mal que lo pasaron combatiendo, 45 años del día de la marmota. “Si no avanzamos significa que estamos retrocediendo, mientras no acordamos ninguna meta. No digas que no: estamos en lo mejor de nuestra decadencia”.
“Amargo como la vida, dulce como el amor, suave como la muerte”, es la frase hecha en la cultura de los hijos del desierto para su ritual del té, con el que pasan las horas los propios y encandilan a los extraños. Y amarga como la vida y dulce como el amor es la sonrisa que me sale al recordar las visitas a los campamentos de refugiados que pude hacer a finales de los 2000 con la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara, CEAS, en su viaje de turismo solidario “Amanecer en el Sahara Occidental”. Precisamente por eso que digo en el primer párrafo: visitándoles queda clarísimo que su causa es justa, pero que cuesta verle una solución, que no sea una lucha perdida. Parece una derrota a los puntos, por puro agotamiento. Me desgarra el corazón decirlo, pero como con el punk-rock también aprendí que “aunque esté todo perdido siempre queda molestar”; pienso que aportar nuestro granito de arena para que esa derrota no sea tal puede ser romper el silencio desde estas humildes páginas. No quitar nunca al Sahara de nuestras luchas cercanas y prioritarias.
La meta acordada, sobre el papel, está más que clara: la autodeterminación y proclamación de un estado saharaui libre, independiente y democrático en esos territorios de 266.000 km2 en el noroeste africano frente al océano Atlántico, que hasta hace muy poco fueron parte de España. ¿Fueron? Son. Legalmente el Sahara Occidental sigue siendo no ya colonia, sino provincia del Estado español, porque se descolonizó mal y con prisas, con Franco muriéndose y el entonces príncipe Juan Carlos deseando llevarse bien con un Marruecos venido arriba. Así que lo que tenemos, de facto, es que la gran mayoría del territorio saharaui, el 80%, está controlado por el Reino de Marruecos, mientras unas 150.000 personas viven refugiadas en territorio argelino desde 1975. Y ahí está el quid de la difícil cuestión saharaui. Así que vamos por partes para intentar explicarlo fácil, pero bien y sin aburrirte.
El Sahara Occidental es, como si propio nombre indica, el territorio más al oeste del enorme desierto del Sahara, la gran frontera natural que divide el continente africano. Pese a ser costero, es un territorio poco fértil donde no se estilaban las grandes ciudades y la población, que habla un dialecto del árabe (hassania), tradicionalmente era nómada. Pero, por su buena posición en el océano Atlántico, su costa siempre fue un territorio apetecible para las potencias marítimas de los siglos XVIII y XIX, que asentaban pequeñas posiciones marítimas para hacer escala, como el fuerte español de Santa Cruz de la Mar Pequeña, establecido en 1476.
Finalmente fue España la que se lo quedó en el reparto del norte de África, en fechas tan relativamente recientes como 1885, cuando comenzó a construir la ciudad de Villa Cisneros, actual Dajla. Hasta 1958, en que pasó a considerarse provincia al Sahara Español, estaba dividido en dos regiones, Saguia el Hamra y Río de Oro, que legalmente fueron colonias españolas. Y por tanto, sus habitantes eran españoles de segunda, sin ciudadanía. Pero es que hasta para el imperialismo español la del Sahara era una colonia de segunda: cuando se incorpora al reino, la preocupación es no perder Cuba y Filipinas; y cuando ya solo quedaban colonias en el norte de África, interesaban más en las que había “algo”, como el Protectorado de Marruecos o Guinea Ecuatorial, que este trozo de costa. Tanto era así que la ocupación efectiva del interior de Saguia el Hamra y Río de Oro empezó en plena II República, en 1934.
Ya derrotada la República e implantado el fascismo franquista en España, dos conceptos de su ideología son muy importantes para entender que se empiece a tomar interés por hacer del Sahara Español algo más: las ideas del Imperio que vuelve a renacer, y la de la autarquía. Cuando en 1947 en Bucraa se encuentran yacimientos de fosfatos de altísima calidad, se ve que ese cacho de arena habitado por pastores puede tener algo útil. Fomentar la minería y el extractivismo era una buena opción para el desarrollo de la futura provincia, algo que se estaba haciendo en esos años también en zonas deprimidas de la península; y se establecieron con fondos públicos minas y una impresionante cinta transportadora del material desde las mismas al puerto de El Aaiun, la capital. Aún hoy el Sahara Occidental sigue siendo uno de los mayores productores mundiales de fosfatos, ahora bajo el control marroquí, aunque la importancia de este material, usado para fertilizantes agrícolas, ya no es la que era.
Marruecos. Hablábamos de Marruecos. Los malos de la película, generalizando mal y pronto. Se independizó de los protectorados que mantenían España y Francia en 1956, bajo el mando de la monarquía alauita que aun les gobierna. Y ese territorio español al sur de su reino era muy goloso. Más cuando en el imaginario nacionalista había tomado fuerza la idea del Gran Marruecos, que defiende que deberían pertenecerles diversos territorios fronterizos que en algún momento de la historia habían estado bajo el control, más o menos directo, del sultanato marroquí. Una locura nacionalista y expansionista de la peor estofa.
Era la época de la descolonización y de las independencias, auspiciadas por la recién nacida Organización de las Naciones Unidas. Vientos de libertad, con
más o menos apoyo de las potencias internacionales, soplaban en todo el mundo. Pero, en paralelo, también soplaban vientos de expansión de los nuevos países soberanos, reclamando territorios de los vecinos alegando que las fronteras coloniales no correspondían a razones históricas. La recién nacida Mauritania (independiente de Francia en 1960), al sur del territorio saharaui, también consideraba que la provincia española debería ser suya.
Pero en el Sahara también soplaban esos vientos de libertad: en 1963 la ONU lo incluyó en la lista de Territorios No Autónomos de su Comité de Descolonización. Y en el revolucionario 1968 se creó el Movimiento de Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro bajo el liderazgo de Sidi Brahim Bassiri; duramente reprimido por la Legión Española en 1970; desaparición nunca resuelta de Bassiri incluida. Y en 1973, en concreto el 10 de mayo, se fundó el Frente POLISARIO, siglas de Frente Popular para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro), que, con sus particularidades territoriales y culturales, era una guerrilla típica de su tiempo: de ideología progresista y que contó desde el principio con apoyo de la vecina Argelia, una de las grandes potencias del llamado “socialismo árabe” de aquellos años.
Comenzaron con pequeños ataques armados a intereses de la metrópolis española, a la que se le acumulaban los frentes en los últimos años del franquismo. El Sahara era un grano en el culo de un franquismo agonizante, así que, tras proponer soluciones como mayor autonomía de la provincia, en 1974, a instancias de la ONU, se anunció que en 1975 habría un referéndum de autodeterminación. Esa idea tan “progre” no gustaba demasiado en el propio régimen, pero menos aún a Marruecos y Mauritania. Así que muy pronto llegaría el gran baile para el POLISARIO: la guerra abierta, a tres bandas, contra la propia España, Mauritania y, sobre todo, contra Marruecos.
Hablábamos antes de que el reino marroquí estaba crecido. El rey Hassan II utilizaba la ideología del Gran Marruecos y el nacionalismo exacerbado como herramienta para ganar legitimidad en un país que –lejos del bloque férreo que nos muestran los medios- ha sido siempre un hervidero de culturas e ideologías, incluso había habido golpes de estado contra su mandato, duramente reprimidos. En noviembre de 1975, con Franco hospitalizado y el príncipe Juan Carlos como Jefe del Estado español en funciones, Hassan organizó la “Marcha Verde”, llamando públicamente al pueblo marroquí a realizar “una marcha pacífica” para “recuperar” el Sahara. Convocaba a mayores de 18 años y desarmados, que irían acompañados, claro está, de tropas marroquíes. Bonito marrón para una dictadura agonizante. Por mucho que la vendieran como una marcha pacífica, con el derecho internacional y las leyes de la guerra en la mano, aquello era una invasión en toda regla, pero para la España del Franco moribundo embarcarse en una guerra contra Marruecos en ese momento no parecía una buena idea. Más teniendo en cuenta que Estados Unidos veía con mejores ojos que ese territorio atlántico fuera gestionado por Hassan II que por la España franquista o una guerrilla “prosoviética” como el POLISARIO.
Así que España huyó, en plan “ahí os apañéis, me voy a hacer la modélica transición”. El 14 de noviembre de 1975, apenas unos días antes de la muerte del dictador, se firman los Acuerdos Tripartitos de Madrid: España renuncia a toda soberanía sobre su provincia del Sahara, y se la da a Marruecos y Mauritania. Pasándose por el forro tanto la voluntad de sus habitantes como la legalidad internacional, que contempla un proceso concreto para los procesos de descolonización. Desde entonces se lleva pidiendo el prometido referéndum, que a estas alturas ya sería de coña, porque desde el minuto 1 de su administración, con la retirada de las últimas tropas españolas en febrero de 1976, Marruecos ha fomentado la llegada de colonos de distintas zonas de su país, mientras expulsaba a la población original.
El 27 febrero de 1976, y visto lo visto, el POLISARIO proclama la República Árabe Saharahui Democrática, con el carismático El Uali Mustafa Sayed como primer presidente, quien fallecería unos meses después en combate y es por tanto uno de los mitos de esta joven nación. La guerra estaba abierta: en el sur contra Mauritania, en el norte contra Marruecos. En paralelo a la actividad militar de la guerrilla, se fue creando una sociedad libre e independiente en los campamentos de refugiados en territorio argelino, cerca de Tinduf, en la inhóspita zona desértica de la “Hamada”. Ahí, por la propia lógica de la guerra que mantenía a los hombres en el frente, fueron las mujeres las encargadas de crear y gestionar esta nueva sociedad, dando lugar a uno de los grandes mitos sobre el Sahara: que es una sociedad feminista. Eso es así a medias: las mujeres tienen más protagonismo que en otras sociedades musulmanas y hay organizaciones específicas lideradas por ellas, pero en el estancamiento de la vida de eternos refugiados, muchos de esos avances se han perdido.
Volvamos a los años de la guerra. Con una gran eficacia en la guerra de guerrillas, y ante un ejército regular no especialmente potente, el Frente POLISARIO derrotó militarmente a Mauritania en 1979. Pero con Marruecos la cosa se enquistó, más cuando estos, contando con apoyo de EE.UU., Francia e Israel, decidieron construir un gran muro de 2000 kilómetros que dividía en dos el territorio saharaui, protegiendo las ciudades bajo control marroquí, y claro está, las minas de fosfatos y toda la costa, donde sigue explotándose uno de los grandes bancos pesqueros más cercanos a Europa. Con el muro, la táctica guerrillera que tan eficaz había sido, perdía muchos enteros.
En paralelo, otro gran frente de la RASD era buscar el reconocimiento internacional, que en los años 80 tuvo su gran auge: hasta 82 países dieron legitimidad a la república saharaui, aunque con los diferentes vaivenes políticos muchos han ido cambiando su posición. Aunque cuando el PSOE era oposición el mismísimo Felipe González viajó a los campamentos de refugiados y prometió que nunca les abandonarían, España nunca ha sido uno de los países que han reconocido al Sahara, ya que hacerlo supone enemistarse automáticamente con Marruecos… y la pesca, Ceuta y Melilla y el control de las migraciones pesan más que las vidas y los Derechos Humanos de los que fueron tus ciudadanos.
“Veeenga, dejad de pelear”, decía a finales de los 80 una comunidad internacional donde el bloque soviético se resquebrajaba y la solidaridad internacionalista y anticolonial – aunque fuera parte de una partida de ajedrez global para hacer pupa al otro bloque- se iba a pique con él. El mandato de la ONU de los años 60 seguía ahí, vigente: hay que descolonizar bien el Sahara, los Acuerdos de Madrid no tienen validez, hace falta un referéndum. Y, con esa idea en mente, en 1991 la RASD y Marruecos firmaron un alto el fuego auspiciado por la ONU, con el compromiso de seguir trabajando en los plazos y metodología que se aplicarían en esa consulta popular. Desde entonces, hay una misión estable de las Naciones Unidas tanto en los territorios ocupados por Marruecos como en los campamentos de refugiados velando por el cumplimiento de la legalidad… y ya, bueno. Eso.
Y ahí seguimos. No avanzamos, lo que significa que estamos retrocediendo. Cumpliendo a rajatabla los términos del alto el fuego, el POLISARIO y la RASD dejaron de ser la gran guerrilla del desierto y se centraron en dos frentes: el diplomático, buscando reconocimiento internacional con todas las estrategias políticas que sean posibles, creando “embajadas” por todo el mundo y haciendo campaña para que se realice de una vez ese referéndum; y el, digamos, frente interno: crear un estado independiente en los campamentos de refugiados.
Todo con una idea base que marca todo: no olvidar nunca que están ahí temporalmente, que esas pequeñas ciudades cercanas a Tinduf son temporales, por eso todo son “jaimas” y casas de adobe, nada de hacer construcciones pensadas para durar, aunque lleves ahí desde 1975. Tienen sus propias estructuras de gobierno, humildes escuelas, hospitales, centros de investigación agrícolas y ganaderos, centros culturales e incluso radio televisión propia. Toda la población está escolarizada y alfabetizada, pese a las durísimas condiciones que impone vivir en el desierto, la salud pública es razonablemente buena, hay actividades culturales de primer nivel, como el Festival Internacional de Cine FISAHARA. Sin ser, ni mucho menos, un paraíso ni el lugar ideal para vivir, la vida en los campamentos de refugiados saharauis no es de las peores de su continente. Pero, claro está, todo tiene una cara B: viven de la solidaridad, incluso podríamos decir beneficencia, internacional. Cuando eso falta, las pasan canutas.
A diferencia del pasotismo político de los diferentes gobiernos españoles, siempre mirando a otro lado cautelosos para no enfadar a los reyes de Marruecos, una vez más la sociedad civil es la que sí ha estado realmente a la altura de la situación y se lleva volcando ya más de cuatro décadas con el pueblo saharaui. No siempre con el componente político que requeriría, sino muchas veces poniendo el acento en lo humanitario, en lo urgente, en que no falten alimentos, medicinas, medios materiales para la vida en los campamentos. Ha sido una causa transversal y un tanto apolítica, aunque casi siempre capitalizada por diversas organizaciones de izquierdas, con o sin representación institucional, pero por ejemplo en su momento la derechista UPyD hizo de la saharaui una de sus banderas, alegando esta idea en la que hemos insistido tanto: el Sahara sigue siendo español, no podemos dejar tirados a nuestros compatriotas, que se cumpla la legalidad internacional.
Hablando de la labor humanitaria con los refugiados saharauis, ha sido crucial el programa “Vacaciones en paz”, en el que cada verano niños y niñas venían desde los campamentos a España, donde eran acogidos durante unos meses por familias españolas. Esto, además de contribuir a su salud – huyendo de los terribles meses de calor en el desierto- y a su educación, ha generado unos vínculos muy fuertes y una comunidad solidaria alrededor de la causa saharaui que posiblemente sea lo que aún la mantiene viva.
“Nosotros queremos la guerra, estamos cansados de esta situación, tenemos material y luchamos por una causa, no como ellos que son mercenarios”, nos comentaban los chavales más jóvenes cuando visitamos los campamentos con CEAS. Los mayores les miraban con desdén: “vosotros no sabéis lo que es una guerra”. De esto hace más de 10 años, y, personalmente, creo que ambos tienen razón en lo que dicen. La situación está estancadísima.
Decíamos que actualmente Marruecos controla el 80% del territorio del Sahara Occidental, y con un muro lo separa las zonas “poco útiles”, que deja a merced del POLISARIO. La estrategia para intentar desbloquear la situación durante la última década ha intentado trasladar el conflicto allí: por un lado, intentar poblar las pocas zonas habitables en el territorio saharaui que Marruecos no controla. Y por otro, buscando la solidaridad internacional, movilizando a la población de los territorios ocupados. La huelga de hambre de la activista Aminatou Haidar en 2009 fue el detonante de una manera de proceder un poco a la desesperada, pero que intentaba recoger los vientos de libertad que parecían soplar en diversos países del entorno. Pero el reino alauita, sabedor de su impunidad, siempre reprime con gran dureza cualquier tipo de manifestación pro-saharaui. Quien se moviliza en los territorios ocupados sabe que va a ser un mártir de la causa y pagarlo con palizas, persecución, cárcel o muerte. La agenda internacional no ayuda, las “primaveras árabes” si no tienen su apoyo por detrás de Occidente no interesan,… y Occidente está muy contento con el papel de gendarme de Mohammed VI, el hijo de Hassan II. Además, entre la izquierda lleva un tiempo sin estar “de moda” el internacionalismo.
Mientras tanto, el referéndum sigue en el aire, porque ¿con qué censo lo haces? Lo suyo sería valorarlo con lo que había cuando el territorio “se descoloniza” en 1975, porque ahora lógicamente la población del Sahara Occidental es mayoritariamente de origen marroquí. Los saharauis viven o bien reprimidos, o bien refugiados en los campamentos o emigrados en otras partes del mundo. Porque, ante esto, ¿qué horizonte tienen las familias?
Pongámonos en la piel de una persona nacida en uno de estos campamentos de refugiados. Tienes salud, educación y una vida por delante, pero estás en un desierto inhóspito donde tienes que vivir de la beneficencia internacional, y que te han enseñado a que no lo veas como tu hogar, sino como un sitio donde estás temporalmente, mientras sueñas con el regreso a una tierra que no conoces ¿Qué haces con tu vida? ¿Sigues pensando en el retorno al paraíso soñado, a retomar la guerra de los abuelos, o buscas la solución individual? ¿O quizá la mezclas? Mucha gente hace esto último. Se buscan la vida, emigran, se acogen a programas de ayuda a refugiados y se instalan en otros países.
En España, la gran manifestación anual que, cada mes de noviembre conmemorando los ignominiosos Acuerdos de Madrid recorriendo la capital, es un buen momento para sacar a la calle la causa, pero también para que la diáspora se encuentre, para que los padres y madres de acogida de “Vacaciones en Paz” se vean y planifiquen el siguiente verano. Para lucir con orgullo melfas y banderas cuatricolores con la media luna roja en el medio. El ambiente es siempre festivo, siempre reivindicativo, siempre humanitario, y sobre todo, muy humano. Optimista. Es uno de los fijos en mi agenda de movilizaciones, pero siempre me saca una sonrisa amarga y dulce a la vez, y en mi cabeza resuena la frase: “no digas que no, estamos en lo mejor de nuestra decadencia”.
Tienes más info en el dossier que editamos en 2010, del historiador Manuel P. Domínguez, que puedes descargar gratis desde aquí
playlist Sahara libre
Reincidentes: “Sahara adelante”
Hay muchos grupos con letras políticas en castellano… y sin embargo muy pocos que hayan cantado a esta causa. Pero no podían faltar los sevillanos Reincidentes.
Malformaciones Kongénitas: “Sáhara libre”
En Canarias la causa saharaui está muy presente: allí viven muchos refugiados, están enfrente. Los Malformaciones son unos de los grandes del punk isleño.
Fermín Muguruza: bere bar
Si hay una causa justa en el mundo, ahí está Fermín para apoyarla. En este vídeo hay imágenes de su actuación el festival de cine FISAHARA, mencionado en el artículo, en 2003. La canción habla de un bar bereber (ahí está el juego de palabras) de Bilbao.
Estrella Polisaria: “Estrella Polisaria”
No es rock ni parecido, pero es LA CANCIÓN cuando viajas a los campamentos de refugiados.
Kortatu: “el estado de las cosas”
Mencionamos una de sus estrofas: “aunque esté perdido siempre queda molestar”
Decibelios: “viento de libertad”
Mencionamos que en los 60 soplaban vientos de libertad, como en esta canción antiimperialista.