Peña que apuesta por su música del alma en una radio alternativa, que promueve pinchadas vinilísticas en fiestas en las que cabemos todas, que planta cara a los problemas que vengan y con mucha clase, ¿te suena de algo, Julio? Pues estas son las premisas por las que tienes que ver ‘Young Soul Rebels’, un largometraje británico escrito y dirigido por Isaac Julien en 1991, si es que aún no la viste. Estoy seguro de que te bastará con los 10 primeros minutos de película para meterte de lleno en ese Londres subcultural de 1977 que alberga la trama en pantalla.
Chris y Cuz, nuestros protas, son dos jóvenes negros soulies enamorados del funk, del soul, del disco y de todo lo que tenga Groove del bueno. Dos culos inquietos que destinan su tiempo a una misma causa desde dos enfoques: por un lado, una radio pirata que esconden en la parte trasera del taller de unos colegas y, por otro, montando un club periódico en sótanos inesperados en los cuales se mezcla peña de todos colores, estilos, orientaciones y condiciones. Recordemos, estamos en el Londres pre-thatcheriano, una olla a presión en la que mods, punks, goths, beatniks, soulies, etc. ajustan sus cuentas en la pista, poseídos por los efectos que les otorgan los químicos de la época. ‘Soul Patrol’ es el nombre de su programa y de su club, el cual comienza a coger cierto renombre entre la gente joven de la ciudad cuando una mañana se despiertan conociendo el asesinato de TJ, un buen amigo suyo. La policía, en su actitud indiferente ante este tipo de fallecimientos, intenta buscar un cabeza de turco que pague el pato lo antes posible. Es entonces cuando Chris, Cuz y sus respectivas parejas (Tracy por parte de Chris, una snob con ansias por conocer sus asuntos, y Billibud por parte de Cuz, un punk blanco del cual se engatusa) son perseguidas y acusadas de formar parte del homicidio.
Una peli estilo thriller en un ambiente fetiche para los amantes de las subculturas en el que temas como la homosexualidad, la brutalidad policial, el racismo o los clichés están latentes y presentes a lo largo de los 105 minutos que dura la obra. Temas, además, introducidos con una gran maestría en el montaje y en una dirección original, fresca y nada sobrecargara, que hacen de esta película algo entretenido que ver con colegas o un domingo de resaca.