Amanece en Barcelona. Alguien prepara un café en la cocina de su vivienda cuando el sonido del teléfono interrumpe el ademán del desayuno. “¡Cuánto tiempo, ni me acordaba de tu voz… ¿Y cómo es que llamas tan pronto? ¿estás borracho o qué?… Joder… Vaya, no sabía nada. Vale, hasta mañana”. Solo tres páginas dibujadas a color bastan para que seamos conscientes de que el protagonista de esta historia está a punto de recordar una época de su vida en la que no había vuelto a pensar hasta esa precisa llamada.
Parte 1: Rompepistas.
Rompepistas es un chaval punk miope de diecisiete años que vive el día a día deseando salir del pueblo en el que vive. Su historia puede recordarnos a la de Mark Renton en Trainspotting o a la de Shaun Field en This is England. Ni estudia ni trabaja. Su actividad cotidiana se resume en blanco y negro, como básicamente las dos tareas en las que invierte su tiempo: salir con sus colegas, un grupo formado por otros punks y skins, y ensayar con su banda, Las Duelistas, un trío compuesto por Carnaval (su mejor amigo), su ex llamada Clareana, y él mismo. La relación en casa con sus padres también es compleja, aunque el eje de la historia es la relación entre Rompepistas y Clareana tras su ruptura de mala manera. Por si fuera poco, en una noche de sábado y fiesta se origina un contratiempo con un grupo de un pueblo cercano denominado “los chungos”. Normal que Rompepistas quiera escapar de su asfixiante vida.
Parte 2: Hay que poner letra a esta canción.
Se avecina el día del concierto y hay que sacar la última letra del tema que queda como sea. Posiblemente, cuando una canción carece de letra pero sí goza de título, la tristeza puede ayudar a enmendarlo, mal que sea dando acordes a un ukelele. “No queremos aceptar que la niñez se ha terminado y queremos seguir jugando. Queremos aventuras y romance… Bailamos para no llorar. Bailamos para mantener alejada la tristeza”. Los problemas con “los chungos” han complicado las cosas en el grupo de amigos, Clareana y tu mejor amigo están tonteando a tus espaldas y hay ganas generalizadas de vengar la paliza que le han dado a un skin en tu pandilla. Así es como vomitas los versos y el estribillo de una canción sintiendo que has triunfado, pese a los desgarros del alma. Sin embargo, hay más batallas y debes vivir el día a día como sea. “Ayer era ayer y hoy es hoy”, sobre todo, cuando finalmente eres capaz de ver la culpa y la mierda generada gracias a una limpieza espiritual personal.
Parte 3: En el cementerio.
Hay situaciones en las que vuelves a ser aquel chaval de diecisiete años regresando al pueblo de tu adolescencia con una única diferencia: en esta ocasión, llevas traje y corbata. Esa sensación del reencuentro con las viejas caras de antaño, te dice que parece que todo pasó ayer, o tal vez hace un millón de años. Al final, Rompepistas escapó lo más lejos posible para ser otro, mientras algunos acabaron doblegados por el camino.
Parte 4: Epílogo personal al margen de muchas lecturas.
Enamorarse de cada bocadillo de Rompepistas no es difícil. Está dibujado con la plena personalidad de Rosa Codina, una autora que me ha fascinado por muchos motivos y a la que auguro el mejor de los futuros en el mundo del noveno arte. Es aire fresco, me deja muchas sensaciones bonitas y la percepción de que nació para dibujar a Rompepistas, pues parece su alter ego femenino. Los curiosos tal vez entenderéis el motivo. Solo diré que tiene tanta personalidad que se marca un Hitchcock haciendo un cameo en algún punto de la historia. Lo tomaremos como una señal de su larga y futura prolífica carrera. Es una gran suerte que haya venido para recordarnos con sus deliciosos dibujos y personalidad propia que todos tuvimos amigos de adolescencia con los que caminamos felices e invencibles, seguros de la victoria y de los secretos, que caminamos juntos muchas veces con paso firme, abrazados en mil y una noches compartiendo secretos y trazando al aire nuestros sueños de futuro. A algunos de esos amigos de pillerías no los hemos vuelto a ver más. Con el paso de los años no nos importa. Nos olvidamos de todo salvo cuando llama inesperadamente la nostalgia, ese puñetero sentimiento que nos asalta inesperadamente y magnifica los buenos recuerdos de una época que siempre llevaremos con nosotros muy dentro.
“We met when we were in school, never took no shit from no one, we weren’t fools the teacher says we’re dumb, we’re only having fun, we piss on everyone in the classroom”, palabra de The Clash.
Como ninguna reseña comiquera debe quedar huérfana de su complementario anexo musical, dejamos una playlist reflejada en la propia lectura.
Playlist: Qué rebelde eres. Me caes bien:
Escrito por: SoulSolete