Llevo un tiempo con una idea que tampoco me quita el sueño pero que me hace preguntarme lo siguiente: ¿estoy obsesionado con la música? Una pregunta retórica alentada, en gran medida, por insinuaciones de gente cercana… y no tan cercana. Ahora bien: a las cosas por su nombre. El concepto de obsesión viene del término latÃn obsessio, que viene a significar ‘asedio’. Algo o alguien que te obsesiona asedia tu mente y tu estado anÃmico hasta el punto de redirigir todas tus preocupaciones en esa dirección. Un proceso en el que, además, aflora el deseo permanente por la posesión. Valiéndonos de esto último, la teorÃa cobra cierto sentido. El disco, en sus distintas formas, es la primera forma de reproducción musical que hemos podido poseer como cosa. A diferencia de un cuadro al óleo, el cual nos observa inmóvil desde la pared, o de una pelÃcula en DVD, en la que se invierten los roles y la observación estática corre de nuestra cuenta mientras sus personajes siguen su coreografÃa narrativa, el disco tiene una función material más cercana a la que cumplen las fotografÃas reveladas. Cuando cogemos un álbum viejo con fotos antiguas -y sobre todo si lo hacemos en compañÃa de alguien a quien vamos a dar una turra antológica con ellas- nos recreamos señalando (mediante el tacto) aquellas que queremos destacar, comentando (mediante el oÃdo) anécdotas que complementen la imagen o incluso aspirando de cerca (mediante el olfato) al abrirlo o cerrarlo con intención de apreciar ese olor ‘a viejo’. En definitiva, además de la vista, esta tarea nos activa otros tantos sentidos para recordar con más detalle. Pues con los discos pasa lo mismo. Usaré el formato vinilo de doce pulgadas por ser el más representativo en este paralelismo y uno de los más significativos en el desarrollo de la Historia del Arte.
“No debÃa de llegar ni a los diecisiete años cuando escuché en la radio libre que okupaba las ondas de mi zona periférica que el cabeza de cartel de las fiestas de San Isidro ’86 no iba a ser otro que el puto James Brown. Por aquel entonces apenas conocÃa unas tres o cuatro canciones pero, por méritos propios, se habÃan convertido en predilectas de mi humilde banda sonora hasta el momento. Sin pensármelo, ese mismo domingo cogà las pelas que habÃa juntado con los negocios que un chaval de barrio podÃa buscarse en el Madrid más movido. Me sumergà en los puestos del Rastro que ofertaban alguna cesta con música importada de USA con el señor Brown entre ceja y ceja. El más razonable de los que encontré, dado su precio y condición, fue una especie de álbum de estudio con una buena lista de temas bajo el nombre de Cold Sweat (King Records, 1967). Lo que más recuerdo -más aún que el propio concierto- fue esa tarde de domingo escuchando el álbum en bucle. Me encanta tocarlo e imaginar por cuantas manos pasó antes de llegar a las mÃas, el olor de la funda interior en ese papel amarillento en el que venÃa, y observar las fotos de Brown entallado en aquel traje azul celeste impoluto que aparecÃan en la portada… y recrear sus poses. Sobra decir la de veces que intenté imitar sus bailes y berridos en mi propia habitación, ¡claro! Yo querÃa la experiencia al completo. “
Se crean entonces, en base a ejemplos como el de este testimonio, otras tantas teorÃas que sitúan a la música como el único arte inevitable a la percepción humana o la desprenden de temporalidad por ser un proceso cÃclico que se retroalimenta y nutre desde diferentes paradigmas (estilos) y perÃodos (décadas sonoras). En resumen, no se si tengo una obsesión con la música y si eso es bueno o malo. No sé si quiera si este arte puede o debe juzgarse desde la ética moral del bien o el mal. Lo único que tengo cada vez más claro es que la música invade e impregna progresivamente las distintas facetas de mi vida… y a las cosas por su nombre: es un asedio al que no me tengo intención de resistirme.
ESCRITO POR: JUAN EMEBÉ
Lo siento Juan, es obsesión y, aunque la quisiéramos, no tiene cura. Muy buen artÃculo.
El artÃculo da que pensar, desde luego. Una obsesión inevitable para muchos. Yo no me canso de descubrir música a diario pero no llego a la obsesión por lo fÃsico, digamos. Me valen reediciones, cds, vÃdeos del youtube…
Interesante!